La Bolsa Mexicana de Valores enfrenta un problema estructural: su bajo nivel de liquidez. Aunque algunos indicadores muestran estabilidad, el volumen diario de operaciones sigue siendo limitado, lo que inhibe la llegada de nuevos jugadores y resta competitividad frente a otras plazas bursátiles. Varias empresas mexicanas ya han optado por mudarse a mercados con mayor dinamismo.
La propuesta de la BMV apunta a simplificar reglas, atraer más emisoras y generar confianza mediante alianzas regionales. Sin embargo, la falta de incentivos fiscales y la baja participación institucional siguen marcando el ritmo lento del mercado. Urge una discusión más profunda: ¿puede crecer el país sin un mercado de valores vibrante? ¿Y quién debe asumir el liderazgo para transformarlo?

