Estados Unidos envió más de 4 000 infantes de marina para patrullar aguas de América Latina y el Caribe, como parte de una ofensiva anunciada por Donald Trump contra los carteles del narcotráfico. El despliegue incluye el Grupo Anfibio Iwo Jima, la 22ª Unidad Expedicionaria del Cuerpo de Marines, un submarino nuclear, destructores, un crucero de misiles guiados y aviones de reconocimiento bajo mando del Comando Sur. La medida, tras declarar a los carteles “organizaciones terroristas extranjeras”, busca presionar con fuerza militar.
El movimiento reavivó tensiones diplomáticas, especialmente con México y Venezuela, que rechazan toda intervención militar norteamericana. Aunque apunta al crimen transnacional, expertos dudan de que los marines logren interceptar cargamentos, tarea más propia de la Guardia Costera. La movilización reactiva la lógica de la doctrina Monroe y abre un debate: ¿hasta dónde puede justificarse el uso de tropas estadounidenses en nombre de la seguridad hemisférica?

